Asuntos triviales

El ser humano es mezquino e hipócrita y bajo y vil por naturaleza.

Nos han enseñado a condenar más férreamente el adulterio, el ateísmo, la libertad de expresión y sexual, que la falta de principios básicos como la lealtad, la decencia, la honestidad y la valentía.
La sociedad, influenciada por la religión cristiana, que es la más hipócrita, mentirosa, discriminatoria y sucia que existe, nos moldea el pensar y el actuar,convirtiéndonos en monstruos con complejo de grandeza.

Puedes maltratar a tu esposo e hijos siempre y cuando reces por la noche y pidas perdón. No tiene nada de malo abusar verbalmente a tu vecino si das el diezmo el domingo. Si traicionas a tu mejor amigo, no te preocupes, el hacerle un regalo caro el día de su cumpleaños tapará la afrenta.

Aplaudir que asesinen a 50 personas y hieran a 53 no es pecado porque la Biblia dice que los gays son una plaga. A la misma vez rezamos por los muertos en Francia (si aún se acuerda alguien de ellos), ofendemos a nuestra madre cuando nos pasamos de copas.

Es como si viviéramos en una película de Tarantino y yo me maravillo, tomándome un café, sin prisa, mientras soy la única que veo el reloj en el cielo que cuenta hacia atrás el poco tiempo que nos queda.

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Hoy voy a hablar de dios y de la religión y de mí. Voy a hablar de mí en todos los ejemplos, extrapolando me, pues tengo muchos amigos, familiares y hasta conocidos que son religiosos y la intención no es ridiculizar ni ofender a nadie. Tanto ellos como yo, tenemos los mismos derechos a profesar o no cualquier religión. Lo mismo sucede con nuestras opiniones; son nuestro derecho inherente y nadie puede cambiarlo. Por lo tanto, lo que leerán a continuación, es completamente, MÍ opinión.

El tema de la religión es complicado pues depende de la fe y la fe nos es también inherente a los seres humanos. Nosotros nunca vamos a dejar de tener fe en las cosas. Nos engañan y tenemos fe en que no sucederá más. Tenemos un accidente y tenemos fe en que no nos tocará de nuevo. Nos ganamos un premio y tenemos fe en que no será la última vez. Esto sucede porque la fe es aquello que nos ayuda a «controlar» un poco lo que está fuera de nuestro control.

Aunque usted ser bueno o malo, honesto o deshonesto, NADA en este mundo le garantiza que otra persona no lo va a engañar. NADA,absolutamente nada que usted haga o diga le asegura que no le mentirán. ¿Por qué? Pues porque la mentira no la dice usted, la dice otro y ese otro es un ente diferente y ajeno a usted. Ese otro controla y decide sus propias acciones. Sólo nos queda la fe para aferrarnos a algo y poder vivir, esperando que no nos mientan nuevamente.

Sucede lo mismo con los accidentes, pues no los controlamos. Que seamos cuidadosos no nos exime. Que seamos temerarios no nos predispone tampoco a tener un accidente. Solo nos queda la fe. Apostar más o menos, ser el mejor o el peor, no te garantiza ganar o perder. Solo nos queda la fe entonces.

Luego de explicar cómo funciona la fe y como la necesitamos para no vivir en la incertidumbre total, veamos cuál es la diferencia entre un religioso y un ateo. Cuando hablo de religiosos, me refiero a todo aquel que cree o sospecha la existencia de CUALQUIER Dios, no hablaremos de la pluralidad religiosa ahora.

Un religioso le da las gracias a dios por todo lo bueno que le sucede y le pide ayuda con todos los problemas que se le presentan. Escasa vez un religioso culpa a dios de algo malo. Esto viene del miedo a dios que, aunque no lo crean, se siembra en el religioso en todas y cada unas de las religiones que existen. Como mismo sus mamás los entrenaron a temerle a la chancleta cuando se portaban mal, los documentos y líderes religiosos se han dado a la tarea de contarnos los castigos que Dios le impuso a los primeros que osaron desobedecerlo, etc. Para pagar los platos rotos tienen a Lucifer.

Un ateo le da las gracias por las cosas buenas a los causantes de dichas cosas buenas. Le pide ayuda a sus familiares y amigos cuando tiene un problema. También lee y se instruye, se educa para afrontarlo y sobrepasarlo de manera satisfactoria y guarda la experiencia para la próxima vez. Y cuando algo malo sucede, el ateo culpa o no, no es importante. Lo importante es, realmente, buscar maneras para ayudar a los afectados, prevenir, curar, etc. Si es un asesino, apelamos al sistema judicial. Si es un desastre natural, apelamos a la preparación para la próxima eventualidad. Si es una enfermedad, seguimos trabajando y buscando una cura.

Los ateos creen en ellos mismos y en los demás y en eso basan su existencia. Para un religioso, nada que no esté planeado por dios es posible. Para un ateo, TODO es posible, solo necesitamos tiempo y fuerza y mentes brillantes para lograrlo.

Los religiosos usan la fe en forma de amigo imaginario. Esperan que sin hacer nada ni buscar nada, simplemente su fe los ayudará pues ellos son, de algún modo, especiales. Los ateos tienen fe en la humanidad y saben que nada se logra sin mucho trabajo y esfuerzo.

La otra parte de este análisis es ya más realista y voy a usarme yo como ejemplo en todo momento.

Yo, religiosa, le rezo y le pido a dios que me ayude a conseguir esa posición en el trabajo, también le pido que deje vivir a mi abuelita por muchos años más, que me ayude a traer a mi familia y amigos a vivir conmigo y que el amor en mi matrimonio no cese jamás. Pongo estos ejemplos porque son las cosas más importantes que quiero lograr en este momento específico de mi vida. Podría pedir cualquier otra cosa en otro momento.

Digamos que me arrodillo frente a la cama una vez más y, esta vez, pido que se acabe él hambre en el mundo, que cesen las guerras, que nos volvamos mejores seres humanos y comencemos a compartir nuestros recursos con los menos dichosos y que nos dé a todos por volcarnos hacia el cuidado del planeta, para que el mundo sea un lugar mejor.

Mañana, el año próximo o en 10 años me doy cuenta de que mi abuelita sigue viva, ya mi familia y amigos están cerca de mi, también tengo mi trabajo soñado y sigue siendo tan o más feliz con mi pareja. Dios debe haberme escuchado, al menos la primera vez que le pedí ayuda. La segunda, no estoy segura. El planeta sigue muriendo, el hambre y las enfermedades siguen arrasando con los países pobres, siempre hay guerra en algún lugar del planeta y seguimos con muy marcadas divisiones sociales. Los ricos siguen cada vez más ricos y los pobres siguen cada vez más pobres.

Mi pregunta es: ¿cómo crees que existe dios cuando te «ayuda» a ti y ves que los demás siguen sufriendo a tu alrededor? ¿Crees que eres tan especial que dios tiene oídos sólo para ti? ¿Eres tan iluso y egoísta que aceptas lo que dios «te da» pero haces la vista gorda cuando «permite» que tu vecino sufra o muera? ¿Qué tipo de ser humano eres que te conformas con tu suerte en vez de luchar por la igualdad y la justicia, incluso si depende de dios? ¿Por qué no te cuestionas las acciones de ese dios que lo mismo ayuda con cosas triviales o se sienta a mirar mientras ocurren masacres, desastres naturales y guerras?

Ah, entonces te dicen: «te dio libre albedrío, nada de eso es culpa de dios». ¿Pero que te llegue algo cuando lo quieres sí es cosa de él? Ese pensamiento selectivo también es cosa de doctrinas. Lo bien hecho está bien y lo mal hecho está mal. Existe lo correcto y lo incorrecto y nadie está exento de culpa, ni siquiera dios.

El internet es una herramienta utilísima pero también puede ser un arma de doble filo. Hay que tener mucho cuidado con los servicios que uno encuentra en la red.

Estoy en trámites para hacer mi ciudadanía y me piden, entre otras cosas, una copia traducida de mi certificado de nacimiento, además de la copia del documento original. En el sitio de inmigración aclara, con mucho énfasis, que no se envíen originales de ningún tipo.

Para ya salir de eso, me pongo y busco online algún servicio de traducciones y me sale un lugar con dirección cerca de la casa. Busco el sitio web y veo que tienen varios servicios, de traducción, transcripción y demás. No me aparece la opción de tramitarlo online, sólo el de recibir un precio dando una serie de datos e incluso, adjuntando una copia del documento.

Nos decidimos a llegar a la dirección y nos encaminamos allá. El barrio no me gustó de entrada. Llegamos a un complejo de almacenes/oficinas un poco siniestras, donde reina la calma. El GPS nos dice que hemos llegado y aparcamos en frente de la puerta de cristal con el número indicado. En la puerta no dice el nombre del lugar y el parqueo está vacío, pero como es jueves a nadie tarde, no me preocupo mucho, al contrario. Me alegro de no tener que hacer una larga estancia o cola.

El cristal de la puerta es nevado y no se ve para adentro del local. Intentamos abrir la puerta y está cerrada con seguro. Escucho una voz que dice, «no abras la puerta» y retrocedo y le pregunto a Arian si lo escuchó y le dice que si. El se pone a mirar por los alrededores a ver si hay otra puerta para la oficina pues, tal vez estamos en la entrada equivocada.

Se acerca por el otro lado un tipo, latino, vestido para nada profesional, en jeans y pulover, lleno de tatuajes y con una estampa un poco desarrapada para trabajar en una oficina de traductores. Nos dice «hello» en la distancia pero no Arian ni yo pensamos que es con nosotros hasta que lo repite otra vez. Desde lejos nos pregunta en inglés a quién buscamos y le doy el nombre del lugar. Me pregunta si buscamos a «Ali, el traductor» y le hago una mueca que significa «ni idea» y me responde con otra pregunta. «No saben a quién vienen a ver?» y le digo que no.

Se va de nuevo y yo pienso que va a abrir la oficina pero ya el estómago me da señas de que no me gusta el lugar y, definitivamente, no me gusta el tipo, así que le digo a Arian que nos vayamos. Vamos al carro y el arranca pero el tipo sale de nuevo y nos dice que demos la vuelta, que «en la puerta de cristal, al otro lado del edificio, nos espera una señora llamada Mayra».

Hacemos lo que dice y vamos comentando en el carro que si la dirección nos llevó a esa oficina, algo está mal con la dirección. En esas situaciones uno piensa mil cosas, que se están mudando de oficina, que ya se mudaron y no han actualizado la dirección en el sitio web o cualquier otra cosa que tenga sentido.

Al llegar al otro lado del edificio vemos que no hay puerta de cristal, sólo la parte de atrás de los almacenes, con puertas de las que se usan para cargar camiones. Seguimos por la calle hasta llegar a otro edificio con puertas de cristal. Los números no tienen nada que ver con la dirección y de nuevo, no dicen el nombre de la oficina.

Entramos y hay par de sillas contra la pared en una habitación de paredes blancas. Mayra es una señora mayor, latina, con el pelo teñido de un rojo muy rojo para su edad. Nos pregunta en inglés cómo puede ayudarnos y a mi el estómago le sigue diciendo que no me creo nada de nada. Mientras le explico el lugar que busco y ella responde que no es ahí pero que igual nos puede ayudar, mi mente se va a las miles de oficinas en las que he estado y en lo desenfadadas que lucen, llenas de carteles que ofrecen servicios, promocionan patrocinadores, prohíben hacer esto o aquello, pero sobre todo, siempre están más o menos habitadas por consumidores del servicio que ofrecen.

Le explico a Mayra que quiero traducir mi certificado de nacimiento al inglés para la ciudadanía y ella me pide mi nombre y le doy el papelito doblado en cuatro y ella apunta el nombre. Me pide mi teléfono y se lo doy mientras me da la primera punzada. Me pide luego el correo electrónico y también se lo doy, con otra punzada. Abre el papelito que estaba doblado en cuatro y me dice que va a hacer una copia y ahí me da la última punzada y el tiempo se detiene mientras le digo que espere con las manos.

«Esto es una oficina real?» le pregunto, medio desconfiada y ella responde que si, defensiva. «Para que necesita una copia?» arremeto de nuevo, indignada y ella dobla el papel con un gesto de hacer las pases, de borrar el agravio, de «no ha pasado nada», mientras dice «como quieres que lo traduzcan si no le hago una copia?»

Tomo el papel de sus manos y le digo «gracias, no hace falta» y ella me mira nerviosa mientras doy dos pasos atrás con mi papelito doblado en cuatro en las manos. Arian me abre la puerta y salimos y me camino al carro escupo «venir a querer a bailar a casa del trompo» y Arian sonríe, cómplice.

En un instante, frente a Mayra, me vinieron a la cabeza ideas de robo de identidad, de documentos y de mil marañas más que usa la gente para venderle un estatus legal a otros latinos que no tienen las ventajas que tenemos los cubanos. Me vinieron a la cabeza mil teorías de conspiración y por un momento me sentí tan violada como si me hubieran secuestrado para traficar con mis órganos.

Aún no se me quita la mala sensación en el estómago, como si el peligro aún fuera inminente. Tal vez es sólo paranoia mía.

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Yo entiendo que a un inglés o a un americano o a cualquier persona del primer mundo no le duela lo más mínimo botar agua pues la carencia no es parte de su idiosincracia. Lo que yo no entiendo es que los cubanos se presten para semejante cosa cuando venimos de un país donde no hay nada de sobra.

Cuando veo a las divas y divos echándose agua en sus perras piscinas de Hialeah, Brookling o Barcelona, sólo me da por pensar en que muy probablemente sus tíos, sobrinos o vecinos estén ahora mismo cargando agua a cubetas desde una pipa en cualquier esquina de Regla, Marianao o Alamar.

Y si, lo digo a modo de crítica porque lo mal hecho hay que criticarlo. El que no condena lo mal hecho se convierte en cómplice y eso no lo dije yo. Me duele tanto ver el nivel de frivolidad del que sufre el cubano al dejar Cuba. Me duele como te dicen: «ya no me importa porque ya yo no vivo ahí». Entonces se me ocurre. Muchas «cualidades» además de frívolo. Se me ocurre «egoísta», «desalmado» y muchos más que describen a la gente que siente más lo ajeno que lo propio.

Las redes sociales son maravillas que traen a la superficie los verdaderos matices de la gente. Los vez en Facebook llorando por algo efímero y trivial pero se limpian sus, cualquiera diría, reales traseros con otros asuntos más duros, más suyos. Porque usted puede irse para la luna pero siempre será cubano. Que vaya 27 veces a la muralla China y aprenda 35 idiomas, que trabaje en Wall Street o se gane la loto no va a borrar ese pequeño hecho de que usted nació en San Miguel del Padrón y se crió con los muñequitos rusos y a base de yogurt de soya.

Si usted vive su vida intentando esconder eso, algo anda muy mal con usted. Si usted se echa el cubo de agua fría arriba como si nada por el afán de ponerlo en Facebook y obtener «likes», sin siquiera parpadear por los que no tienen agua, hay algo muy mal con usted y lo más jodido es que tenga que venir yo a decírselo cuando debería darse cuenta por usted mismo.

Y para concluir, me vale mierda quién se ponga bravo o se sienta aludido pues si se siente aludido es porque está retratado en alguna de mis palabras y en ese caso, debería recapacitar en vez de molestarse pues yo no como con la opinión de nadie ni usted con la mía pero mucha gente en el mundo si se ve afectada por el actuar de ambos.

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El hombre justo no es aquel que no comete ninguna injusticia, si no el que pudiendo ser injusto no quiere serlo.

Menadro

Brasil dominó el primer tiempo, amén de las faltas que hicieron y no les cantaron, varias para amarilla. Brasil hizo el primer gol limpiamente por un tiro de esquina muy bien cobrado. Colombia estaba ida, perdida y cualquier toquecito les valió un pitazo del arbitro.

Ahora, en el segundo tiempo, Colombia volvió con todo. A James se lo comieron a mamellazos desde el principio pero tristemente, menos de un minuto después de que le cometieran una falta a él de amarilla, le cantaron una falta muy dudosa a él y lo pintaron. El tiro libre resultante fue magistralmente cobrado por Luiz pero ese gol fue un regalo del arbitraje. Claro!

De ahí en adelante, Brasil se dedicó a parar el partido por cualquier cosa, generar más faltas (si eso es posible), la Neymar hizo gala de su histrionismo y si no se lleva el Oscar este año es porque los de Hollywood son ciegos (como el árbitro). Colombia llegó más y llegó mejor, todo lo que pudo, pero es imposible generar jugadas en un partido con un pitazo del árbitro a cada minuto. Simplemente NO SE PUEDE.

Y hasta el cancerbero verdemarilo se sumó al fanguero y le entró con todo al delantero colombiano y no sé decirles qué rayo iluminó al árbitro que la marcó pero se quedó corto al darle amarilla en vez de roja.

Penal cobrado por James como un dios. GOL de Colombia.

Le llegó la justicia divina disfrazada de Quintero a la Neymar Cabrera y le chocaron la columna con una rodilla justiciera y se lo llevaron en camilla. El momento más feliz del partido, no puedo mentirles.

Y así se agotaron los minutos, sin más, con una Colombia que batalló hasta el último minuto y un Brasil cada vez más sucio y bajo.

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Este es el carro del cabrón. Si lo ven por ahí, evítenlo o mátenlo

Términos como «leyes», «política» o «justicia» fueron solo creados para un mantenernos engañados en un mundo fantástico e idealista donde todo es bueno y no hay problemas. La justicia es otra utopía que los hombres nos creamos para creer en algo más allá de nosotros mismos, como la religión pero es simple e igualmente un fraude.

Aquellos que viven en una gran urbe y que para trasladarse de un lugar a otro tienen la dicha o desgracia de manejar sabrán de lo que hablaré a continuación. Los que tienen la más grande dicha de disponer de otros medios de transportación como el metro, etc, al menos se informarán un poco con esta pequeña historia.

Hoy, viniendo del trabajo y a 4 o 5 cuadras de casa, casi tengo un accidente. Un tipo viene de la izquierda, saliendo de un condominio, atraviesa la senda contraria y se detiene por unos segundos solamente en el separador para entrar en mi carril. De mi carril otro se detiene también en el separador pero para él entrar en la misma entrada de la que el otro salía.

El susodicho que casi provoca el accidente andaba en un Mercury como del año 92 y para aquellos que no saben de carros los ubico. Ese Mercury se parece mucho a los Ford Crown Voctoria, vehículo que generalmente usa la Policía en los Estados Unidos. El carro más bien parece una lancha. Mide 212.4 pulgadas de largo, que son 5 metros y 39 centímetros de largo. SI lo comparamos con un Lada 1500, para los cubanos que es lo que más conocen, de solamente 162 pulgadas (4.11 metros) podemos ver la diferencia de tamaño e 1 metro y 28 cm. Resumiendo, el carro del tipo es largo y les sobra un metro de nariz que meten siempre donde no deben.

Las personas que manejan esos carros siempre encuentran muy difícil calcular el espacio pues andan en un bote con ruedas y el tipo, que no me veía viniendo pues el otro estaba tapándole la visibilidad, paró solamente un par de segundos y metió la nariz de su carro en mi senda, por donde venía yo a las reglamentarias 40 mph que estipula esa calle en especial.

Yo hice lo que cualquiera haría: clavar los frenos y sonar el claxon para que el otro frenara ya que no podía irme por la senda derecha y estrellarme con el carro que venía por ahí. El hombre supongo que me escuchó pues frenó también. A mi no me dio tiempo a frenar en seco y cuando pasó el carro de mi derecha solo tuve tiempo de cortar y seguir por su lado, sin chocarlo por centímetros.

Esas cosas pasan todo el tiempo y todo pasa tan rápido que uno solamente sigue adelante, con el corazón en la garganta y las manos rígidas en el timón. Pero este conductor no me dio tiempo ni a eso pues de conductor imprudente pasó a conductor agresivo en cuestión de instantes. El tipo salió detrás de mi, me sobrepasó a más de 60 mph, se metió delante de mi carro y frenó para que yo lo chocara. Yo frené a mi vez, sacando la mano por la ventana y gritando «qué haces?» a ver si el cabrón se daba cuenta y él repitió su intento de accidente par de veces más.

Cuando me di cuenta de que solo buscaba problemas y joderme el día, no sin unas terribles ganas de haberlo partido a la mitad con mi Ford Escape y sin apenas haberlo notado, lo bordeé y seguí adelante para evitarlo por última vez. Por supuesto, me pasó por al lado y le tomé una foto de la chapa y llamé a la policía. Cuando marqué el 911 me salió otro tipo con su frase «911, what´s your emergency» y yo, atribulada, comencé a hacer la historia. El tipo del 911, quien uno esperaría que fuera paciente, atento y calmante – sabiendo que ahí llaman gente a las que están matando o están muriendo – me cortó en seco, dijo «that´s not an emergency, please hold» y me transfirió a no sé qué otro departamento.

En el otro departamento o el mismo tipo, ya ni sé, me escuchó hacerle la historia y me dijo que si había tenido un accidente y le dije que no, que me las había arreglado para no chocar y evadir al problemático y ahí el tipo me dijo muy campante «in that case there´s nothing we can do». No puedo negar que me puse más molesta de lo que estaba y le solté un «me está queriendo decir que para la próxima tengo que romperlo a la mitad para que ustedes hagan algo?» y me dijo que si, sin más. Le pregunté otra vez qué se podía hacer y él me dijo que podía ir a la estación a poner un reporte policial.

La estación de policía queda a 2 cuadras del lugar de los hechos y de mi casa y allí me dirigí. En la puerta un viejito con una cara muy agradable me preguntó qué necesitaba y le expliqué y su cara agradable entonces se me reveló como lo que realmente era, una cara de cirquero. Me dijo que me sentara que traería a un oficial a hablar conmigo, luego de abrir los ojos muy grandes en muestra de horror al escuchar mi historia. Pasaron varios oficiales y finalmente uno me llevó a una salita como las que usan para tomar testimonios o interrogar a las gentes en las películas, no sin disimular al menos su enfado por tener que atenderme.

Ahí ya yo me sentía tan decepcionada del mundo pues no soy boba y me vi perdiendo mi tiempo miserablemente. Le volví a contar la historia al otro, gringo, gordo de ojos azules – el típico policía de aquí – quien me dijo lo mismo que el otro por teléfono. Le volví a preguntar: «tendría que haberlo chocado para que el pagara por su intento de hacerme daño?» y el tipo se echó para atrás en la silla y respondió, «bueno, no intencionalmente pero si».

Me quedé de piedra! Quién, en esa situación choca «sin intención» cuando el reflejo incondicionado e inmediato es pisar los frenos? Are you funcking kidding me???!!! Entonces el policía gringo, gordo de ojos azules me dijo: «this is what we call a victimless crime since you ara actually not a victim here». Y yo simplemente le di las gracias por su tiempo y me fui del Circo, digo, de la estación de policía.

Yo soy una persona normal, sin traumas y con un aceptable manejo de la ira pero otra persona cualquiera, con un poquito más de estrés y menos autocontrol habría salido a buscar el tipo y le habría caído a golpes con una llave de expansión o le habría caído a tiros en el mismo momento en que pasó todo a través del parabrizas. Por eso vemos tantos crímenes de ira por los noticieros, todo por culpa de conductores agresivos y falta de fuerza policial o leyes que protejan a los demás conductores de tales «victimless crimes».

Y me pregunto, para qué carajo pagamos impuestos al gobierno? Y me respondo, pues para pagarle el sueldo a la Policía, un órgano represivo y opresivo que no está ahí para cuidarnos de los malos o traernos justicia si no, para verse bonitos en sus trajecitos negros y por supuesto, para jugar a los pistoleros de vez en mes. Y luego de todo, les dan medallas por matar gente – que incluso siendo malos y ni siquiera en todos los casos, sigue siendo un asesinato.

El mundo es una mierda pero yo aprendí mi lección. Para la próxima, por supuesto que no voy a chocar a nadie pues aunque ganas no faltan en el momento, a mi si no me van a dar una medalla por hacer que alguien salga por el parabrizas de su carro y muera cuando yo lo choque por comportarse agresivamente. La próxima vez – que la habrá pues siempre hay una próxima vez -, simplemente grito dentro del carro alguna barbaridad mientras le doy las gracias al otro por tentar a mis diablos. Es decir, para la próxima pondré la otra mejilla ya que es requerido y que el karma se ocupe de sacarlo por el parabrizas otro día.

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Si deshecha en menudos pedazos
llega a ser mi bandera algún día…
¡nuestros muertos alzando los brazos
la sabrán defender todavía…
Bonifacio Byrne

El asunto de Venezuela está candente ahora y siendo cubanos, latinos y sobre todo, cuando nos unen a ellos las circunstancias actuales y la historia, su situación nos preocupa. Nos preocupa porque el pueblo cubano ha sido y será históricamente solidario con los otros pueblos. Nos preocupa pues en medio de la balasera están nuestros profesionales cubanos que, con todo egoísmo, nos importan más que cualquier venezolano. Y amén de todo esto, el problema más grande ahora para los cubanos son los ataques de nuestros hermanos venezolanos hacia nosotros, el pueblo de a pie.

Yo no los culpo a ellos pero entiendo que los cubanos tampoco somos culpables de nada. Y digo cubanos pues es el término que usan y a quienes se dirigen sus insultos y a quienes culpan de sus problemas, no al régimen que impera en Cuba desde hace medio siglo. Si nos ponemos a analizar, ellos están probando lo que los cubanos hemos estado viviendo por muchísimo tiempo ya.

Me parece una falta de respeto muy grande y además, una ofensa cobarde que en medio de sus protestas digan cosas como «cubanos, váyanse a la mierda» y que quemen nuestra bandera cuando nosotros sólo nos beneficiamos de su petróleo un poquito. Para el cubano de a pie el petróleo venezolano solamente significa que no nos quiten la electricidad por 12 horas al día. Los grandes y millonarios beneficios del petróleo venezolano lo disfruta la burguesía pinchística de Cuba – léase los funcionarios del gobierno, militares y los Castro y quien sabe quien más – pero no los cubanos que sobreviven con $20 (pesos cubanos) al día.

Los profesionales cubanos que están hoy mismo en Venezuela sólo lo hacen para sobrevivir mejor y fíjense que uso el término «sobrevivir» en vez de «vivir». Lo que se hace en Cuba hace muchos años no se llama vivir y ningún venezolano o cualquier otro ser de este planeta puede comprender de lo que hablo pues la situación del cubano es única y la manera en que sobrevivimos a diario sigue siendo tan heróica y estóica como lo fue el haber luchado tantos años por una revolución que nunca fue tal cosa.

Es cierto que Venezuela paga muchísimo por esos profesionales cubanos pero los mismos perciben un por ciento mínimo y risible de lo que representan en realidad y fueron convencidos de ir a esa tierra inmensa con falacias infames a modo de promesa de una vida mejor. «Les daremos casas», les dijeron. «Ganarán en cuc», les mintieron. A nadie se le ocurre preguntarse por que los profesionales cubanos deciden irse de misión a Venezuela? Pues por lo injusto de su situación en su país natal. Si en Cuba a un médico se le pagará como se debe ninguno iría ni a la esquina buscando nada. Pero eso los hermanos venezolanos tampoco lo entienden.

Nos estamos dejando manipular por los medios y por los gobiernos. Los venezolanos y cubanos somos en este cuento sólo marionetas y estamos luchando una guerra que no es nuestra y al final los únicos que la sufrimos somos nosotros mismos, el pueblo. No deberíamos bajo ningún concepto agredernos, insultarnos e ir respetarnos pues como pueblo valemos más que eso. Como pueblo los cubanos hemos recibidos a pos venezolanos en nuestra tierra como recibimos a todo el mundo: de brazos abiertos.

Es triste que ahora los cubanos tengan que caminar por las calles venezolanas temiendo por sus vidas cuando lo único que hemos hecho es tratar de pagar la deuda de petróleo que tiene el régimen con ustedes con salud y educación.

Quema de la bandera cubana en manifestaciones en Venezuela

descargaYo soy cubana y Cuba, amén de ser un país latino, tercermundista y subdesarrolado hasta la médula, está también muy lejos de otros países en las mismas situaciones; para bien y para mal. Pero no nos comparemos con los similares. Aquí pretendo compararnos con el primer mundo, con los Estados Unidos de América y en específico, con la Florida.

En Cuba el término cliente raramente se utiliza, a no ser que se hable de extranjero/turistas. Bien es sabido que en cualquier lugar de mundo ningún turista tiene más derechos o beneficios que un ciudadano de dicho país: En Cuba esto es posible. Por consiguiente el término Servicio al Cliente es casi obsoleto, extinto.

Usted llega a cualquier lugar a pagar por un servicio o a no pagar pues el estado decide proporcionarlo de forma gratuita y ustedes debería, automáticamente, convertirse en un cliente. En Cuba esto no existe, ni sucede y yo lo considero una degeneración psico-social del pensamiento por años de atraso económico y social también. Los cubanos hemos sobrevivido a un período muy largo de tiempo en el que nos estuvieron alienando del resto del mundo y sus normas básicas, normas que benefician al cliente y al proveedor de servicios si se implementan y se respetan.

En Florida pasa lo contrario: estamos minados de clientes y el ciudadano común ha sido mal-educado en el pensar que al ser cliente se convierte, automáticamente, en merecedor de todo. «El cliente siempre tiene la razón» es una consigna diseñada en pro del cliente y en detrimento del que provee cualquier servicio y ha de haber sido diseñada por algún representante de marketing que en su vida ha tratado cara a cara con el ciudadano común – y bien comunes que suelen ser. Esta consigna es tan dañina y de tanto repetírsela a nuestros consumidores les ha causado el efecto contrario a los de aquí, convirtiéndolos en divas mimadas.

En Cuba no hay manera de solucionar nada si el cliente no soborna al proveedor de servicios y en Florida, los clientes gritan y patalean buscando compensaciones ridículas por problemas más ridículos aún y así pretenden vivir, de parásitos de una sociedad que forma desalmados.

Y el gran problema es que si un extremo es malo, el otro no se queda detrás. Todos tenemos derecho a recibir un buen servicio pero todos tenemos derecho de exigir lo posible y con decencia. Uno no debe ser extorcionado por el que tiene lo que necesitas ni ofendido por quien se beneficia de lo que le puedes brindar.

El capitalismo está lleno de consumidores superfluos que te agreden verbalmente porque el producto que loa enamoró en la tele no cumple con.sus expectativas – irreales por demás. Cuba está llena de corruptos que saquean al pueblo para mal-brindarles útiles y servicios de necesidad básica para la vida diaria.

Lo peor de todo es que nada cambia, es un círculo vicioso en el que nadie tiene control. Los cubanos viajan y se vuelven consumidores en el Capitalismo y les lavan el cerebro, los convierten en clientes zombies que gritan y maldicen cuando no se les llena la garganta como una madre ave a sus pichones.

Y en Cuba, bueno, en Cuba nada cambia, todo sigue igual.

Es acaso la justicia ciega? Realmente las leyes nos protegen? O están diseñadas para controlarnos? Hasta dónde la ley es justa y dónde comienzan las fisuras? Llegaremos a tener un sistema judicial óptimo?

Si, sé que son muchas preguntas pero me las tengo que hacer, es una cuestión de fe, de fe en el hombre, en el mundo en el que vivimos, en el sistema.

A mí misma me parece tonto, me parece tonto pues nunca he comprendido la fe en términos de religión. Cómo puedo tener fe en los hombres si no tengo fe en dios? Entonces comprendo que no es simplemente una cuestión de fe, es una cuestión de esperanza; a fin de cuentas dos cosas muy diferentes.

Dios es una metáfora, el hombre es una realidad. Dios es la imagen perfeccionada de nosotros mismos, el hombre es hermosamente imperfecto… pero hablemos de justicia.

Teniendo un sistema judicial tan antiguo, tan evolucionado, tan desarrollado, hay muchas fallas aún, muchas grietas que dejan muchos cabos sueltos.

Con el afán de enriquecerse o llegar a la cúspide del éxito los abogados no se preocupan realmente por aquella máxima tan justa: «todo el mundo es inocente hasta que se demuestre lo contrario». Pero también esta máxima – peligrosísima – convierte a los culpables en inocentes o les quita responsabilidades, precisamente por esas grietas de las que hablaba, esas fallas de los sistemas judiciales, cuando las circunstancias no están cubiertas por el límite – o limitación? – de la ley.

Entonces, una última pregunta me viene a la mente:

La justicia… es en verdad justa?

No lo creo.

Sábado, Septiembre 8, 2012, luego de dormir 3 horas solamente…

4:28 am

Lo miro desde el sofá, casi dormida, mientras sale del baño.

– Vamos tuti – me dice y salimos. Está muy oscuro y hace un calor muy pegajoso y desagradable.

4:30 am

Desde el costado de la casa veo al hijo de la vecina que se va a montar en el carro. Tal vez vaya al gimnasio pues lleva una camiseta y chort. Me asombra aunque es normal que los jovencitos madruguen para hacer ejercicios.

4:35 am

Él enciende el carro, yo tengo mucho sueño. Él apaga la luz y arranca. El hijo de la vecina sale antes que nosotros y las luces de su carro se extinguen en la distancia. Salimos. No hablamos, el sueño no cede, solo pienso en regresar para acostarme de nuevo.

4:38 am

Nos detenemos en la señal de STOP de la esquina. Él mira a la derecha y no viene nadie, mira a la izquierda y tampoco…

El tiempo se detiene

Recuerdo que él miraba a la izquierda pero yo miraba al frente. Todo ocurrió en fracciones de segundos.

– ¡Cuidado! ¡Cuidado! – grité.

El impacto fue bien fuerte, seco, sordo. Me quedé de piedra.

No sé cómo describirlo. Un carro apareció de la nada por la derecha, precisamente viniendo de la dirección a la que debíamos doblar nosotros. Lo más insólito es que venía de marcha atrás y a muchísima velocidad. Se incrustó de lleno contra el frente de nuestro carro con la parte derecha de su defensa hasta quedar todo su flanco clavado en el frente de nuestro carro.

Arian se bajó.

– ¡Pero tú estás loco asere!

Yo estaba nerviosa, no podía reaccionar aún. Solo cuando vi que era el vecino que había salido unos segundos antes que nosotros volví en mí. El muchacho le decía que no llamara a la policía, que él le había llevado el carro a su mamá y que él ni siquiera tenía licencia. Estaba muy nervioso y lloraba, le pedía perdón a Arian sin cesar.

– Yo acabo de comenzar en una pincha nueva loco, me has desgraciado la vida.

– El problema no eres tú, yo te pago, yo trabajo, nos podemos arreglar. El problema es el otro que choqué allá alante.

Cuando escuché eso me bajé del carro. Él estaba nervioso, le decía a Arian que él le pagaba poco a poco, que su mamá no podía enterarse, que no llamara a la policía. Arian no decía nada, solo se ponía las manos en la cabeza. Yo solo los miraba y sentía mareo.

El muchacho se montó en el carro y arrancó, diciendo que iba a parquear, que regresaba enseguida, que no llamáramos a la policía. Sacó el carro y al dar la vuelta volvió a chocar, esta vez contra nuestra defensa trasera. Arian le gritó:

– Pero loco mira lo que haces, me vuelves a dar.

Yo me asustaba. Arian estaba molesto, solo pensaba en el trabajo nuevo, en el carro hecho mierda, en el clase de problema en que nos había metido ese chiquito. Yo caminé hasta el frente del carro. Casi lloro.

La defensa completa hecha pedazos y en el suelo, el foco izquierdo destruido, el capó levantado, la pintura del capó raspada, el chasis del frente hundido completamente hasta el radiador que quedó jorobado, el embace del líquido de la transmisión destrozado y la manguera suelta, el guarda fango izquierdo montado, la puerta prácticamente no abría. Mi tapé los ojos intentando que al abrirlos aquella imagen se hubiera ido pero no.

– ¡Llama a la policía! – le dije a Arian.

Él titubeaba, yo sé que a él le pesa hacerle daño a los demás, a mi también pero no era cuestión de hacer daño, era cuestión de hacer lo correcto. El muchacho regresó enseguida y le repetí a Arian que llamara a la policía. El muchacho se puso nervioso y me pidió que no hiciera eso.

– Tú estás muy mal – le dije -. Acabas de chocar a alguien más, me chocaste a mi. Si no llamo a la policía mañana matas a alguien.

En ese momento se hizo el silencio, no sabía qué hacer, Arian no sabía qué hacer. Miramos a la otra esquina y se acercaba una patrulla. Por la otra esquina venía otra. El muchacho no dijo nada más, se quedó quieto, nosotros también.

Se bajó una policía, bajita, caractosa, con ese aire que tienen todos los policías de que están en la cima del mundo – si, de su propio mundo de mierda.

– ¿Qué pasó?

– Nosotros paramos en el STOP y él apareció de la nada, de marcha atrás a tremenda velocidad y se estrelló contra nuestro carro – le dije. Ella no comprendió y tuve que repetírselo varias veces. Obvio, ¿quién maneja de marcha atrás y se impacta contra un carro en un STOP? Supongo que estaría pensando que era uno de esos choques preparados y que mi cuento era el más malo de todos los que había escuchado. Le preguntó al muchacho.

– I hit them – dijo él. Ella preguntó cómo, en inglés y él le explicó que venía de marcha atrás y que nos golpeó. Ella no comprendía por qué él venía de marcha atrás. Yo no decía nada, Arian tampoco. La otra parte de la historia no era problema nuestro, él tenía que decirla. Enseguida llegaron dos patrullas más, una de la brigada canina incluso. Los cuatro policías lo rodearon y siguieron haciéndole preguntas, cada vez más agresivos, con más actitud.

– I’m not scared of you guys – dijo él.

– ¿No? ¿And what are you scared of then? – le dijo ella, la más agresiva de todos.

Él le explicó que su mamá no sabía nada, que él había cogido el carro a escondidas para ir a Mc. Donalds. Comenzó a llamarla por teléfono. La policía entonces preguntó dónde estaba su carro, por qué lo había movido. Él le dijo que no quería que su mamá se enterara. Ella se irritó aún más, diciéndole que eso era un crimen, que él no podía mover el carro de una escena de accidente. En eso uno de los otros policías saltó y dijo.

– You know what, you’re going to jail – e intentó agarrarle la mano. Él reaccionó por impulso quitando la mano y entonces todo cambió en un momento.

Ellos se pusieron defensivos, desafiantes. Él estaba parado en el medio, indefenso, no se movía, solo decía «Yo no he hecho nada, solo espero a mi mamá». Los policías sacaron las pistolas de taser y comenzaron a amenazarlo, empujándolo en el medio de los cuatro y a gritarle insultos. Lo agarraron mientras él seguía diciendo «Pero yo no he hecho nada, solo estoy esperando por mi mamá, ella ya viene».

Yo comencé a llorar y a gritar. Recuerdo que dije «Pero yo no quería que le pasara nada» y Arian me abrazó. Lo empujaron al piso, le pusieron las rodillas en la espalda mientras ella le gritaba «You are a pussy, what are you gonna do now?» y los demás lo apretaban contra el asfalto. Yo no podía dejar de dar gritos y Arian me metió dentro del carro. Solo escuchaba los insultos y los gritos y me tapaba los ojos. Los abría de nuevo para ver como lo levantaban a la fuerza mientras su mamá llegaba llorando. Arian solo decía «No, no!!! ¿Por qué?»

Lo metieron en una patrulla mientras llegaban más policías. No sé lo que pasó por un rato pues yo no podía dejar de llorar. Cuando me calmé salí y Arian me volvió a abrazar. Habían ya como 7 patrullas y comenzaban a acercarse algunos vecinos.

Un viejo gringo de la otra cuadra vio todo. El muchacho se estrelló contra una camioneta que estaba parqueada y la subió en la acera. Se dio a la fuga de la escena, marcha atrás y al llegar a la esquina chocó contra nosotros. El señor enseguida llamó a la policía, por eso aparecieron tan rápido. Todo el mundo comenzó a hablar del tema. Luego vinieron algunos policías a preguntarnos si habíamos visto como el muchacho empujó a un oficial. Dijimos que no pues no sucedió, él nunca hizo nada. Todo quedó ahí.

Llegó el sobrino de la madre del muchacho, un policía encubierto y finalmente no le pusieron un DUI (driving under the influence, manejar intoxicado) ni los cargos de agresión a un oficial y resistencia al arresto. Se lo llevaron preso y lo sacaron bajo una fianza de $600 con $5 mil aproximadamente en multas. La madre no tenía cara para mirarnos, ni nosotros a ella.

Fue un día horrible.

***

Me tomé un calmante y dormí 3 horas, de 7 a 10 am. Llamé a Cuba y hablé con mi mamá y mi abuela, las dejé bastante tranquilas. Me pasé el día alteradísima, con una sensación de pérdida, de vigilia horribles. De pronto estaba eufórica y de momento anonadada, como en shock. Tenía mucho sueño, mucho cansancio pero al cerrar los ojos solo revivía los hechos una y otra vez. Comenzaba a pensar: «y ahora cuántos días vamos a estar sin carro, cómo busco trabajo, cómo hacemos los mandados, cómo me voy a mover, y si el seguro no paga, cuánto demorará el proceso, etc, etc, etc.»

En la tarde me tomé otra pastilla pero tampoco me dormí. Me dormí muy tarde, muy tarde. Desperté a las 10:30 am, adolorida, tensa, cansadísima.

Son las 3:20 de la madrugada del lunes y aún no puedo dormir.

La muelera

Verde que te quiero verde...

En tiempo y espacio…

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